EL ĆÍRCULO




Las prácticas taoístas de la escuela intentan cultivar los tres tesoros que se mencionan en el taoísmo antiguo: “vitalidad, energía, espíritu” para integrarlos en la vida como un medio para intentar vivir en armonía. (En capítulo aparte reflexionaremos sobre el concepto del “intento” 

Es importante definir entonces el concepto de armonía. Para el taoísmo antiguo no existe una única y verdadera armonía ya que la armonía siempre es en relación a algo, alguien o incluso en relación a un tiempo histórico y cultural. 

Por esta razón el símbolo por excelencia para la armonía, es el círculo como símbolo del movimiento continuo y cambiante y donde cada punto tiene la misma importancia respecto al centro. (El concepto de centro también merece un capítulo)

La armonía no es igual ni para todas las personas, ni para todas las culturas. El cambio es una contaste y la adaptación es fundamental.

Un modo de vida que para una persona es armonioso para otra no tiene porque serlo porque como he dicho, la armonía no depende de uno solo. Hay factores internos y externos que influencian y afectan a la armonía.

¿Cómo se cultiva la armonía en las prácticas taoístas? 

Desde el punto de vista del taoísmo el estado de conciencia de una persona determina el eje sobre el cual funciona su vida y hay tres ejes que pueden armonizarse de manera diferente.

Son los tres tesoros que cuando se cultivan por igual aplicando el concepto de circularidad, antes mencionado, llegan a una gran armonía. Esta gran armonía también se podría dividir en yin y yang cuando es en relación al centro del cual hablaremos más adelante. De momento reseñar que el centro puede ser individual, colectivo o universal.

Los tres tesoros en relación a la armonía se interpretan y estudian como tres ejes.

- El eje de la vitalidad se cultiva desde una conciencia corporal respetuosa con los límites de cada cual. Los límites del cuerpo no son iguales para todas las edades y personas. Cuando la persona trata con respeto a su cuerpo se acerca un poco más a la armonía de la vitalidad. (También reflexionaremos sobre el concepto de respeto) 

- El eje de la energía se cultiva desde una conciencia mental basada en la aceptación del no sé o cambio continuo  como motores de inercia. La fuerza de voluntad, el control y la intención son moderadas para mantenerse en el camino del medio, sin excesos.

- El eje del espíritu se cultiva desde una conciencia de la naturaleza interna o el cultivo del autoconocimiento de la esencia de cada persona. La atención, la escucha, la observación son  sus herramientas más representativas. Dejar que el espíritu se manifieste y reconocerlo sin darle mayor importancia que a los otros ejes es signo de su armonía. 

Tres ejes, tres armonías. Cuerpo, mente y espíritu. Tres conceptos que merecen un capítulo aparte.

La mayoría de las desarmonías llegan porque nos movemos porque jerarquizamos la importancia de uno de los tres ejes, considerando superior a uno de ellos. En nuestra cultura occidental de los últimos tiempos sobre todo, consideramos superior a la mente, a la razón, generando una inercia (eje) excesivamente centrada en la intención y en un estado de conciencia adquirido a lo largo de los años de la vida, como si fuera la única realidad.

Desde la perspectiva taoísta la clave para cambiar la inercia no puede ser ni desde el cuerpo, ni desde la mente adquirida ya que estos son limitados.

Un estado de conciencia abierto y centrado es fundamental para que cualquier práctica taoísta genere un cambio interno y trascendente.  

La armonía entendida como círculo, donde no se sabe donde empieza o donde termina con el consiguiente movimiento infinito, se considera una conciencia abierta, sobre todo si el círculo lo convertimos en una esfera tridimensional que se expande infinitamente. Esto implica en la práctica, el énfasis en un movimiento continuo y constante donde la quietud no se impone sino que sucede, manifestándose no necesariamente mediante el movimiento físico o mental, sino mediante un estado de conciencia abierto y que acepta el no se.

Para el taoísmo somos un punto navegando en el universo a semejanza de una gota que navega en el océano. ( Esta idea se puede estudiar en el capítulo del clásico de Zhuang Zi:  “LIBRO XVII. CRECIDAS DE OTOÑO”)

Por estas claves, las prácticas internas taoístas consisten en sugerencias abiertas a recorrer un camino infinito y no limitado por el cuerpo o la mente consciente adquirida, sino a recorrer desde el centro de la naturaleza de cada quien abriéndose hacia el intento y sugerencia del infinito, del vacío ilimitado, con sus consecuentes posibilidades infinitas, sin olvidar que la armonía valora con la misma importancia el cultivo de lo interno y lo externo. 

Un punto de partida para las prácticas taoístas es un punto en expansión, un círculo, una actitud circular. Siempre circulando, experimentando.